lunes, 23 de enero de 2012

PETRUCHO Y Z: #7

CORTO DRAMON ESTUPIDO PARA BUGARRONES COLONIZADOS #7

La puerta de entrada del apartamento se abre de golpe y entra Z corriendo despavorida. Petrucho, como siempre, está sentado en el sofá leyendo el periódico.

Z:  ¡Petrucho! ¡Petrucho!

P:  ¿Ah?

Z:  Me lo dieron. ¡Me lo dieron!

P:  ¿Qué te dieron?

Z:  ¡Pues que va a ser! El... ...papel.

P:  ¿El...?

Z:  ...papel. Si. Me lo dieron. El “role” que yo siempre había soñado desde que salí volando a la interperie fuera del miserable closet. ¡Ay, que horrible recuerdo! Pero ahora, todo eso está en el pasado. Si. Ahora voy a mostrarle al mundo mi desapreciado talento para la artististísima, fulgurante y post-modérnica ultramariconería. Y cuando eso suceda todo el mundo me mirará y dirá: “¡Ah! ¿Quién es ese que va por ahí? ¿¡Quién es ese!?” Y todas las mamás y todos los papás me veran y le dirán a sus nenes: “Mírenlo ahí. Ese. Si, ese. Ese es el patito que yo quiero que tu seas cuando abandones este cristiano hogar y salgas a revolcarte en la apestosa cuneta esa allá afuera.” ¡Ricky Martin va a ser un guineíto niño al lao mío! Voy a salir en las portadas de todos los periódicos y de todas las revistas. “Por ahí viene Z”, “Por allá embaló a correr Z”, “Z: senador por unanimidad”, “Nuestro amado Presidente Z”, “Z: un modelo para nuestras vidas”, “Papa Paulo Z”. Voy a ganarme los premios de todas las academias y voy a inaugurar cadenas de supermercados y mi simple pero inolvidable nombre va estar por donde uno mire. Calle Z. Avenida Z. Autopista Z. Coliseo Z. Residencias exclusivas Z para pequeñoburgueses y maleantes. Si. Y nos vamos a mudar a una mansión de diecisiete cuartos y vamos a tener un regimiento de esclavos que se hincarán ante nosotros y cumplirán todas nuestras órdenes no importa lo estúpidas que sean. Todo eso, y muchisisísimo más, es lo que me va a pasar... ...a mí. ¿Me escuchas, Petrucho?

P:  Ajá.

Z:  Ajá. ¡A-já! Mira, y que... ...¡A-já! ¡Filisteo!

P:  Me alegro por tí.

Z:  ¿De verdad? ¿De verdad que te alegras? ¡Ay! ¡Aaaaaayyy! ¡Ay, que bugarróncito feliz soy ahora (y con lo poquito que me conformo)! Ahora voy a contarte sobre my “role” y de la inmortal obra en donde deplegaré mis incuestionables talentos. La obra se titula... ¿Me estás atendiendo, Petrucho?

P:  Si.

Z:  La obra se titula “Ensueños de una noche de...” y tres puntitos suspensivos. ¿Qué te parece?

P:  Pues...

Z:  (Interrumpe) Si. Lo se. Es pretencioso. Pero suena tan enigmático, ¿no piensas tú?

P:  Estooo...

Z:  Es una adaptación de una obra de Chespiér.

P:  ¿Quién?

Z:  Chespiér, animal. Chespiér. El que escribió “Romeo y Julieta” y aquella del noruego con la calavera.

P:  ¿Calavera?

Z:  Y la adaptó, con otro montón de inventos, Virgie Redondo Cuadrado, una tranny bipolar violentísima que se la pasa tomando café, comiendo chiz triz, y metiéndose polvos y arañas por la nariz tooooda la noche y toooodo el día.  Y si eres macho y le caes mal: te lo pica.  No le gusta la competencia.  

P:  ¿Arañas por la nariz?

Z:  Ay, si tu la conoces, chico.  

P:  ...

Z:  La loca de los silicones.  

P:  ...

Z:  El cuero con hemorróides. 

P:  ... 

Z:  ¡“Pingoecrica”! ¡La que llaman “Pingoecrica”, becerro! 

P:  Si, si. La doña con el pipí. 

Z:  ¡Ese misma! Cocaína, litio y narcisismo, tu sabes. Una combinación brutálmente homosexual, como tu comprenderás. 

P:  No. No comprendo.

Z:  Ah, y nos dieron el teatro de la Universidad para escenificarla, exclusivo, solo una función, sábado en la noche. Si. Sábado en la noche... ¡Ay, que romántico! Se va llenar de parejitas jóvenes con sus trajes de gala. Tós apestillaos en la parte de atrás, grajeádose como desesperaos. Okey. Ahora mira: se abre el telón... Esta es la obra, así que baja ese periódico y presta atención. Se abre el telón... y vemos un cielo estrellado en papel de estraza pintao de negro donde vemos la luna, Júpiter, Saturno y Plutón (el sol no porque no tenemos el presupuesto y porque se quema el cielo estrellado). ...La luna, Júpiter, Saturno y Plutón, y entonces, agarrao por un cable entra flotando...

P:  Tu.

Z:  No, no yo. Un nene divino y hermoso pintado de amarillo y shocking pink con plumas de colores saliéndole por todos lados, agarrando un bandoneón en donde toca un etereo vals. Ahí está un rato hipnóticamente largo... Tocando el bandoneón... Tocando el bandoneón... Tocando el bandoneón... Cuando, de momentooo... ¡Fum! ...Enmedio de escena explota una bola de humo de donde adentro saleee... ...¡el diabloooooo!

P:  Tu.

Z:  ¡No Petrucho, no! Ten calma. Todavía yo no salgo. Entonces el diablo empieza a bailar un zapateado y le cae a pedrás al nene divino y hermoso y se muere.

P:  El diablo.

Z:  ¡No, el nene divino y hermoso! ¡Dame paciencia, Cristo! Okey, entonces... Escucha esto, Petrucho. Entonces, entra un heraldo...

P:  ¿Gerardo?

Z:  Heraldo, so ignorante. Ache. E. Erre. A. Ele. De. O. Heraldo.

P:  ...

Z:  ¡Un mensajero!

P:  Ah.

Z:  Ajá. Y entonces el heraldo empieza a tocar la marcha fúnebre, y entra a escena una comitiva de querubines cubiertos de escarcha que cargan al nene divino y hermoso, y salen volando llevándoselo al cielo. Ahora bien, a estas alturas no sabemos ni como ni quien va tocar la marcha funebre. Estabamos pensando en Georgie, que no sabe tocar ningún intrumento pero que es bien lindo, o en Charlie, que sabe tocar la tuba y el saxofón pero que es feísimo, o Johnny, que es beeello bello bello bello bello y sabe tocar muchos instrumentos pero que apesta a centella porque siempre está depre y nunca se baña, o Dorotea Stevenson, que es una travesti tecata y embustera que toca el kazú y la pandereta y es de lo más simpática, pero que nuuunca nunca nunca se aparece cuando una lo necesita.

P:  Bueno, pues...

Z:  Aunque, pensándolo bien, Jordi, el español, si lo llamamos, a la mejor se anima para soplar la trompeta con la sordina, aunque es tán psicótico, el muchacho. A cada rato lo tienen que internar en el manicomio. Y lo mismo pero al revés pasa con Frankie G., que le dan ataques de histeria y que arma unos bochinches de madre por cualquier bobería, pero que es una Mozart con el guallo y los palitos. Yo te digo, Petrucho, que esto del arte es una cosa complicadísima. Un griterío, ¡uf! ¡Y una de malacrianzas y de intrigas! Es como estar dentro de un tapón enmedio de un terremoto.

P:  ¿Lo mismo pero al revés?

Z:  Y, ¡ay, bendito!, Petrucho, se me olvidó decirte... ¿A que no adivinas quién es el director de nuestra inmortal obra?

P:  No. No se.

Z:  Agustín. Beauchamp. de. los. Ri-os.

P:  ¿Agustín...?

Z:  El mismo. De acuerdo: hace rato que Agustín está pasao de su “prime” y es un anciano estrafalario y borrachón: feeeeo feo feo feo feo y paaaato pato pato pato pato, patísimo: tán maricón es que ya es una leyenda en Mayagüez, Bayamón y Hatillo. Y para acabar de joder está viviendo con unos jíbaros depravados en un monte por las sínsoras de Sábana Grande. Finalmente los nenas y yo lo rescatamos de un tugurio de bugarrones malos en Carraízo. Pero es un genio. ¡Un genio!

P:  ¡Mira!

Z:  Montó toda la obra en un santiamén, como en un par de horas: “empiezen por aquí y hagan esto, sigan por allá y hagan esto otro, suelten eso, agarren aquello, claven esa tabla, pinten el telón, raspen la pared, saquen ese clavo, bajen el foco, suban el foco, miren, oigan, díganme, cállense, cállense mas duro, paren, muévanse, paren, muévanse, ¡paren!, ¡muévanse!, ¡que paren les digo!, ¿qué hacen ahí parados?, ¡pónganse a trabajar!, ¡oye!, ¡mira nene, deja eso!, ¿¡para dónde es que tu vas!?, ¡se hace asá, no así!, ¡no, así no!, ¡ni asá tampoco!, ¡atiende!, ¡mira, que me parto!, ¡¡¡nene!!!, ¡¡¡aaaaay!!!” Bueno: al final del día estabamos todos exhaustas.

P:  Si, porque...

Z:  Nada. To make a long story short, Petrucho: después que salen los querubines, el nene divino y hermoso y el heraldo, se forma bayú, un “ventetú existencial”, según Agustín, en donde no se entiende nada de nada: un chinchal de colores y explosiones y bailes y soliloquios y discursos y orgías y comilonas y golden showers. “Ay que darle al público lo que el público se merece.” Eso dice Agustin. Dándose tragos de un canecón que saca del pantalón. “Ay que darle al público lo que el público se merece.” Cada vez que le preguntamos por qué hacemos lo que se supone que estemos haciendo siempre repite lo mismo. “Ay que darle al público lo que el público merece.” Yo no me meto, por supuesto. El sabrá lo que hace. Y que se las entienda él solo con Pingoecrica.

P:  ¿Golden showers?

Z:  Por mi lado, yo hago lo que me digan. Lo que me importa es mi inmortal papel, ¿tu me entiendes? Ahora bien,...

P:  Ajá.

Z:  ...al final del sexto y último acto, después de que termina toooooodo el dichoso ventetú existencial, (la obra dura más de cuatro horas, sin contar con los coffee breaks)... ...adivina.

P:  Tu.

Z:  ¡Sale la prin-ce-ssssssaaaaaaaaaaa!

P:  Ah, ¿no sales tu?

Z:  Si, cabeza de coco, yo. ¡Yo! ¡Dios mío! ¿Qué es lo que pasa hoy contigo? Yo soy “la Princesa”.

P:  Ya veo.

Z:  ¡Hm! ¡Más te vale, darling! Okey. Repito: después que pasa de todo el berenjenal, y medio mundo está tirado en escena boqueando como bacalaos, atrás se desenrolla un fondo con un arcoiris de seda y de rayón...

P:  ¿Como bacalaos?

Z:  ...Y la princesa, es decir, yo, vestida de novia del universo, traje dorado, con tiara de diamantes de embuste, entro en escena, dando demipliés como una bailarina, y me dirijo al público, y con una de mis sonrisas más encantadoras, les digo, mientras baja el telón final: “Y colorín colorado...”

P:  “...ese culo está clavado.”

Z:  No, Petrucho.

P:  “...ese bicho está cagado.”

Z:  Petrucho.

P:  “...mi cojón, y bien chupado.”

Z:  Petrucho.

P:  “...abre el joyo, desgraciado.”

Z:  ¡Petrucho! ¡Yá! Mira, yo se lo que me quieres decir sin decirmelo: que todo esto que te estoy contando son puras mariconerías clichosas y estúpidas. Pues lo es. Si alguien sabe lo estúpido y clichoso y maricón que és, ese soy yo. Pero el sueño de toda mi vida es la de ser un actor (¿-triz?) y esta es una de las pocas oportunidades que me da la vida para lucirme. Aunque sea por quince segundos, negrazo de mi alma. Y ya tu me conoces y sabes que en eso de hacer el ridículo, como Z no hay quien se le compare.

P:  O sea, que no importa.

Z:  Para nada. Sigue leyendo el periódico, mi King Kong, que yo me voy para la cocina. Puse a ablandar unas habichuelas desde esta mañana, y esas, bien guisaduitas, con un arrocito con tostones y carne frita, y unas cervecitas...

P:  ...y sexo bien vigoroso...

Z:  ...con broche de oro se cierra este día tan especial.

FIN



Copyright por Maximiliano Eugenio Bemba

No hay comentarios.:

Publicar un comentario