sábado, 10 de julio de 2010

DECLARACION OFICIAL DE UN BORRACHITO EN LA JEFATURA

“Pues fíjese, sargento, cuando no robo yo bebo y ese día yo estaba bebiendo, porque a mi me gusta beber, usté sabe, no mucho pero bastante, y estaba bebiendo con 'Leño' Pagán, ese atómico que usté ve ahí tirao en ese charco de vómitos, y con 'Tanque' Guerra, que es dominicano, buena gente pero que no habla mucho, y que ahora mismo no lo veo (él es medio tímido, ¿usté me comprende?), cuando pasó por ahí el señol ese, el Señol Juan Pérez, que no fué hasta orita que nos enteramos de que es juez, y que le dijimos que mira vente pacá pa que nos pagues unos traguitos (y pa depuéj, tu sabes, darle pabajo como nosotros los machos hacemos cuando estamos jumoj), y el Señol Pérez, que estará casao pero que tiene cara de pato viejo, el Señol Pérez como que se indignó y ya se estaba yendo cuando se cae al suelo y con él se tropieza Toño 'La Pantera', y, ¡ay mi madre!, Toño 'La Pantera' ya hacía rato que tenía problemas porque dos sicarios con automáticas lo estaban persiguiendo para matarlo, (a Toño lo quiere matar tó el mundo, vijte), ¡y mire que muchos tiros los dos sicarios le dispararon a Toño 'La Pantera'!, tantos que la pared, el muro de los lamentos como lo conocemos nosotros los embebidos, el muro de los lamentos, ése que está detrás de la iglesia y frente a la barrita de Pancha 'La Coja', coja porque to los hijoeputas del barrio se la cogen pabajo, parriba y pol tó los laos, no porque le falte una pierna, ella tiene las dos todavía en su sitio según tengo entendido, pues el muro estaba lleno de agujeros de bala como un queso suizo, y los sicarios corrían detrás de Toño disparándole, y Toño corriendo delante de los sicarios evadiendo los proyectiles que zumbaban como moscas huyéndole al diablo, ¡Zim! ¡Zum! ¡Zam!, y yo y 'Leño' Pagán y 'Tanque' Guerra estábanos sentaos en la acera al otro lado de la calle mirando tó el asunto, como si fuese una película de atsión de esas de Bru Juíli o del mogote ese de Chalchenagel, y era como gracioso porque se corrieron alrededor de la misma cuadra como doce o trece veces, los sicarios, Toño 'La Pantera' y una jauría de perros realengos que también estaban tiraos por ahí mirando y que como a la tercera vuelta se les esmandaron a toj detrás, veinte perros, uno de ellos, el más chiquito, ladrando, ladrando, y ladrando, y en la última vuelta fue que Toño, que es ese que está ahí mirando malo a esa secretaria (a Toño le gusta mirar malo, no veldá; una costumbre, supongo), se tropezó con el Señol Pérez y pienso ahora, ya que todos estamos un poco más sobrios y calmaítos, que todo fue un atsidente, ya que el Señol Pérez, que es arrogante y narizón, se apareció en una esquina dando bandazos como nosotros los borrachitos, y también olía al pitorro que vende el infeliz de Pedro 'Justicia', (ese sí que es un sobrenombre bastante mal llevao, oígame usté, sobre todo en estas circunstancias, ¿usté no cree?), y hasta 'Tanque' Guerra, que todavía no lo veo, durmiendo debe estar en uno de esos calabozos que veo allá atrás, a 'Tanque' Guerra le gusta dormir mucho, bebe demasiado, aún más que yo, hasta 'Tanque' Guerra hizo un comentario: 'Tanque' Guerra dijo, ‘Parece un dominicano borracho’, a lo que yo y 'Leño' Pagán na mas que asentimos porque no podíamos decir ná, ¿¡qué íbanos a decir!?, así que seguimos mirando, y entonces, tó apestoso y arrastrándose por las cunetas, pasa frente a nosotros el Señol Pérez, que además de narizón es barrigón, y yo le digo 'mira boricua, páganos unos traguitos', y el muy muy nos mira así, como diciendo 'mira para allá estos desgraciaos, vergüenza les debería dar', así nos miraba el muy borracho, porque a fin de cuentas estaba igual de quemao como nosotros, y siguió caminando dando tumbos y cruza la calle y cuando llega a la acera opuesta se tropieza con la cuneta y se cae y se golpea y pierde el conocimento, y a la misma vez ya Toño está corriendo la última vuelta y no ve al Señol Pérez tirado en la acera, porque Toño está mirando hacia atrás riéndose de los sicarios que estaban maldiciendo porque se les acabaron las balas y mientras corrían se estaban escarbando en los bolsillos para ver si encontraban algunas para cargar las automáticas, así con la lengua de cansaos por fuera y tó, y en ese instante, mire usté, en ese instante fue que se armó la grande, porque Toño 'La Pantera' se tropieza con el Pérez ese, que dicen que es una persona rejpetable pero que de rejpetable no tiene ná, pues podrá ser juez de los supremos tribunales allá arríba en laj estrellas celestiales por donde flotan los astronáutas y explotan las supernovas y andan los joyos negros que se lo tragan tó pero, aquí entre nos, en tó el pueblo hasta llegar a las cuatro costas a ninguno de esos señores vestíos de graduación nadie les hace caso y hasta nos producen disgusto por metel presos a los malandrines que lo que hacen es robal chavos prietos si los comparamos con todos los malechores de rancio abolengo que tó esos barrigones y narizones se encargan de dejar afuera, ¿usted me entiende?, pues Toño se tropieza con el Señol Pérez y se desparrama por el suelo, los sicarios tambien se tropiezan con el Señol Pérez y se caen encima de Toño, Toño se los trata de sacar de encima, el Señol Pérez, que lo que es es un cabrón, recobra el conocimiento, se aparecen esmandáos los perros y les caen encima al Señol Pérez, a Toño y a los sicarios, y yó como ya empezaba a encojonarme de toda la pendejá voy p’allá y le caigo encima a tó jellos. Y eso es todo lo que tengo que contal porque de lo que pasó dejpuéj ni me acueldo. Así de jendío yo estaba.”

Copyright por Maximiliano Eugenio Bemba

¡ACHTUNG!

¡ A C H T U N G !

Padres y Madres Falangistas:

Si le dan asco todos esos
independentistas y negritos que están
con su nene en la escuela,
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No se sigan flagelando.

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El cuido se extiende hasta el toque de queda.*
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Les garantizamos que sus nenes
saldrán con el joyo cerraíto.

Copyright por J.A.C. y Maximiliano Eugenio Bemba

viernes, 9 de julio de 2010

SOLEMNE Y SERIO ENSAYO ACERCA DE LAS TRIBULACIONES Y TORTUOSIDADES DEL RACISMO

ó

MIRA GANDUL, Y TU ABUELA, ¿DONDE ESTA?

BLANCO HOMBRE ANCLA EN NOTICIERO TELEVISIVO: “Acabamos las razas superiores de recibir noticias de una tremenda y olorosa conflagración en la zona noreste de la isla hoy a las dos y cuarentaitrés de la madrugada, hora del horripilante suceso en donde se estima que miles de mamíferos de la especie negra sufrieron la pérdida inmediata e irrecuperable de su ghetto. Según el P.A.T.O., siglas del Portento Aeroespacial Totalitario Onanista (radioastronáutico aparato desarrollado por el Pentágono para combatir la vil llaga del comunismo ateohomosexual neopostmoderno y negro), el epicentro del holocausto fue localizado en la barriada Peloecrico en el pueblucho de Negrolandia, lugar de residencia de cientos de miserables negritos. Aparentemente, todo comenzo cuando uno de esos monitos despreciables, identificado como Memín, El Mamabicho, se dejó apoderar por sus criminales instintos y se trepó en una palma, obviamente para robarse los cocos. El susodicho entonces se metió un coco en el jocico y, agarrando otro con la raja de sus fundamentos, se lanzó al vacío, accidentálmente aterrizando de cabeza sobre una planta de desechos subatómicos que colindaba aproximadamente a tres centímetros de la barriada. Según testigos oculares, Memín, quién en ese momento estaba total y absolutamente borracho, para salvar su vida intentó volar como un halcón pero se confundió y se puso a aletear como un gallinazo. E aquí las impresiones de varios engendros que supuestamente presenciaron los hechos.”

TESTIGO” #1: “Es la cosa más increíble que yo haya visto en mi vida. Memín, que es primo mío, nunca se pegaba ni bailando. Una vez se pegó a una sobrina y no fue para bailar, y ella protestó y llamó a sus trece hermanos y Memín se los comió. Líos de familia, ¿usted me entiende? En fín, yo no se porqué se trepó en esa palma en particular. La de al lado tenía unos cocos de lo más lindos y sabrosos, y si esforzabas bien la vista podías espiar y ver por una ventana las tetas de doña Clotilde, que tiene como cientotreinta años pero que se conserva de lo más bien y no parece tener más de noventainueve.”

TESTIGO” #2: “Yo he sido comisario de barrio de la barriada Peloecrico durante veintiocho años y alcalde de este pueblo e mierda por cerca de trece y les puedo decir sin ningún lugar a dudas de que lo que pasó hoy en la madrugada me ha puesto a rugir como un gorila y a brincar como un chimpancé.”

TESTIGO” #3: “A la verdad que se pasó de la raya. Eso de tirarse de cabeza y ponerse a agitar los brazos como un gallinazo no son cosas de humanos sino de negros.”

TESTIGO” #4: “¡Yo lo ví! ¡Yo lo ví! Se trepó en la palma y empezó a comerse uno de los cocos. Entonces doña Clotilde abrió la ventana y cuando Memín le vió esas tetas tan increíbles que parece que le cuelgan hasta las rodillas él se puso a rugir como un gorila y a brincar como un chimpancé.”

TESTIGO” #5: “…y cuando Memín paró de brincar y de rugir, y doña Clotilde trancó la ventana después de jalar pa’dentro una de las tetas esas que se le quedó guindando pa’ fuera a Memín le dió un ataque de celos y de depresión.”

TESTIGO” #6: “…Ahí fué que se metió un coco en la boca y cogió otro y se lo metió en la raja en donde está el roto por donde uno caga, y, no es por nada, pero mi impresión es de que ese prieto se quiso quitar la vida.”

TESTIGO” #7: “Yo una vez intenté comportarme como una persona, pero la naturaleza manda y esta me murmura a gritos de que soy negro.”

TESTIGO” #8: “Memín parecía uno de esos muñequitos que dan el sábado en la mañana. Se tiró de cabeza. Estuvo suspendido en el aire por algunos segundos, con los ojos tapados con las manos. Entonces los destapó y miró hacia abajo y puso una cara de ‘aquí me jodí yo’, y empezó a aletear como un gallinazo. Y, como en los muñequitos, fúm, cayó de sopetón. Unos de los cocos, no se cual de los dos, se soltó quedándose ahí en el aire, dando vueltas como un trompo.”

TESTIGO” #9: "¡Mofongo gandinga malanga zambumbia! ¡Mondongo pendango, pipí, negro sucio!”

TESTIGO” #10: “… y yo una vez abrí el National Geographic y cuando ví a to eso negritos ernús me puse colorao y hasta por poco me arrestan.”

Ahora bien, es importante distinguir entre lo que es justo y lo que es injusto, sobre todo en lo que se refiere a esta aberrante estirpe que, además de estar apegada a la naturaleza, mucho más que la gente decente, tambien posee un raro instinto para la supervivencia y, aún más, un gusto espléndido por los cocos, los plátanos y las bolas de baloncesto. Son sensitivos. Adoran los dulces y el pollo frito. Les gustan los ruidos estruendosos. Odian la lluvia y todo lo que esto implica. Cuando cae un relámpago, lloran. Cuando suena el trueno, relinchan.

Su sexualidad es un tema sumamente controversial, inclusive entre ellos mismos. Se aparean como las cucarachas. Eso si, no discriminan para nada: para ellos lo mismo es una jovencita de doce años como una viejaca de cientocuarentaicinco o un nenito de siete o seis años (o menos). Se podría decir que prefieren los nenitos (¡tan tiernos y apacibles!), pero las ancianitas poseen sus encantos irresistibles (¡esas encías tan gomositas!), y de las jovenes ni se diga: pezones y clítoris como aceitunas e inmensos fondillos rebosantes de exquisita y humeante mierda. (Sobre este candente y cultural tema gozaremos en otro momento.)

Ah, pero, ¿y que me dicen ustedes de esos atavismos folklórico-reptilianos? Bueno, si quieren saber que es lo quiere decir eso, miren hacia el area costera nor-noreste, que es donde todos los negritos inmundamente se congregan, y con frequencia observarán, sobre todo en los largos y hediondos días del verano, una intensa y pavorosa luz azul que aparenta brotar de la tierra. Ese maligno y refulgente efluvio en la distancia es, oíganlo bien, producto del pornográfico rebote de la blanca luz solar sobre el curtido pellejo de los prietos, quienes se despojan de sus harapos y se tiran en masa, totalmente en pelotas y con las nalgas hacia arriba, sobre la ardiente y asquerosa superficie de brea. Innumerables racimos de negros se entregan a esta pintoresca y satánica ceremonia, no sin los consabidos efectos en la blanca paz mental de nuestra querida raza humana. Se reportan robos, asesinatos, saqueos y juegos de baloncesto, además de ladridos de perros, de música tocada demasiado alta, y de devastadoras e interminables orgías. Impresionantes y metafóricas llamas se alzan hacia la cúpula celeste y el pupúreo y fétido humentín del odio racial se traduce en un suicida pacto sangriento de parricidios, fratricidios y matricidios, bestialismos, incestos y sodomías, sacrificios de animales, canibalismo, venta de alcapurrias, fiestas patronales y otros lamentables espectáculos. La razón de estos enigmáticos y caóticos rituales permanece siendo un laberíntico misterio, aunque un caucásico brillo de esperanza se vislumbra en el horizonte: prestigiosos científicos alemanes han descubierto la directa relación entre la energía emitida por los puntos solares y la expansión espontanea en las narices de rancho de sujetos sometidos a sofisticadísimas pruebas altamente controladas. Qué tiene esto que ver con los embustes arriba descritos es también un misterio.

Por otro lado, la preponderante alza en las tarifas del guineo mafafo, la batata mameya y la guanábana madura es índice de la ausencia en los valores morales de los vendedores de estos productos en las comunidades en donde los jueyes abundan por su ausencia. Este es el principal motivo, seamos valientes y digámoslo de una vez y por todas, de la extinción de las buenas costumbres y de la espeluznante explosión poblacional, y se estima de que en menos de veinte años cientos de miles de primates con gran coeficiente de inteligencia, diestros en el uso de instrumentos punzantes y cortantes, se apoderarán de nuestro amado terruño utilizando la fuerza bruta y los bajos instintos subhumanos. Pesadillas causan saber de que los varones de esa temible especie descaradamente deambulan por las calles de las ciudades y barriadas, las playas y los campos, cada uno obscenamente armado con una colosal y supurante herramienta del mal. Solo imaginenselo, gentiles y arios caballeros. Chorros de bestial semen. Cataratas de inmoral leche desencadenada sobre los nobles rostros, las generosas tetas, los sabrosos culos y las coloradas pencas de todas esas virginales y blancas mujeres que tantos placeres baratos nos han provocado, las muy putas. ¡Ay, tortura! ¡Oh, dolor! ¡Mami! ¡¡Mamá!! ¡¡¡Mamita!!! ¡¡No seas mala!! ¡¡Deja eso!! ¡Ven y juégame con el pipí! ¡¡El pipíííííííí!! ¡¡¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaahhh!!!

Luego de ese romántico interludio volvamos a nuestro racial problema: información de la más dudosa procedencia han revelado el incuestionable hecho de que una oscura e infernal conspiración se cierne sobre nuestras blancas cabezas: negros de todas las calañas se están organizando con la horrorosa araña del guineito niño para conquistar la tierra, esclavizar las razas superiores, y poblar el universo con el siniestro cruce de araña pelúa y negro. Sobre este escalofriánte plan los seguiremos informando mientras más dudosa data se acumule.

Aparte de eso, importantes morrocoyos del area oeste encontraron, mientras dinamitaban una cuneta, una enorme ciudad subterranea sumergida bajo la mierda. En una operación secreta, que necesitó de la evacuación entera de los pobladores del residencial Samisosa, se dragaron cerca de cuatrocientoscuarentaicuatro toneladas de excrementos semi-momificados y la grandiosa metrópolis de edificios construídos exclusivamente de oro y plata, cada uno inscrustado con gruesas capas de diamantes, esmeraldas y rubíes, se reveló en todo su esplendor, sin duda alguna construída por poderosas deidades, blancas todas por supuesto.

MORROCOYO #1: “Una ciudad preciosa, limpia y pura, como el joyito tierno y colorao de una blanquita rubia de catorce años.”

MORROCOYO #2: “Cuando sacamos todos los mojones, y nosotros usamos un aparato que chupa, de esos que parece una pinga cagá, vimos aquella cosa metía allá abajo y entramos en una de las casas, y en las paredes de la cocina habían pinturas llenas de fresquerías y la nevera llena de ron y de cerveza.”

MORROCOYO #3: “Había tanta y tanta mierda que eso en vez de ser un charquito prehistórico parecía un tenebroso océano del infierno.”

MORROCOYO #4: “Eso es así. Era un océano, un terrible mar de podridas churras malolientes. Cuando llegó el ayudante del gobernador, que bajó en helicóptero, un caimán bien feo saltó fuera del babote y se lo comió. También se comió el helicóptero y al piloto del helicóptero. Todos nos reímos muchísimo.”

MORROCOYO #5: “Nos reímos como negros.”

MORROCOYO #6: “Yo he sido morrocoyo desde hace treinta años y nunca había visto tanta caca junta en el mismo sitio. Casi me recuerda de la hecatombe del milenio, cuando un monte entero se peló como un sabroso guineo y de adentro salieron unas culebras color marrón que se deslizaron hasta el pueblo más cercano apestándolo todo. Cuando terminaron de sofocar a todo el mundo con su ponzoñosa pestilencia del cielo bajaron unos discos voladores que se las llevaron enmedio de unos ruidos que me hicieron rugir como un gorila y brincar como un chimpancé.”

MORROCOYO #7: “Yo me hize la solemne promesa de que iba a mejorar la raza. Me casé con una blanquita y tuvimos dos orangutanes, tres monos Tití y un negro.”

MORROCOYO #8: “La mía botó un sendo cucarachón, y ahora tenemos que andar con cuidado o, si no, lo pisamos.”

MORROCOYO #9: “Mis sobacos güelen a culo sudao.”

MORROCOYO #10: “Y los míos a peo cagao.”

MORROCOYO #11: “Cagao… Sudao… ¡Bah! Ser morrocoyo es una maldición, como ser un gran moco verde o un negro.”

MORROCOYO #12: “Esa noche, después que destapamos la ciudad increíble, me cuestioné mi existencia. Cuando el trabajo de uno es el de estar metido dentro de las tripas de la civilización rastrillando tubos, reventando cunetas y güeliendo peos y mojones y vómitos ajenos todo el día y toda la noche, hasta el joyanco semitriste de un negro supersónico parece de oro. Cuando me deprimo así, lo único que me lo quita es… …¡Aunt Jemima!”

ANUNCIO RADIAL #79

VOZ DE SEÑORA:
“Este marido me pone el pelo malo.
Siempre está con hambre
y nunca me deja tranquila.
¿¡Qué podré hacer!?”

ANUNCIANTE:
Señora,
¿Se le ensortijan todos los alambres
cuando el marido abre la nevera
y no encuentra nada para masticar?
¡No se preocupe!
Vaya usted al supermercado
y cómprese una caja de
¡AUNT JEMIMA!

VOZ DE SEÑORA:
“¡Esa caja como que me llama la atención!”

ANUNCIANTE:
Con AUNT JEMIMA
usted puede ahora descansar la pasamenta tranquila,
y la lista de interesantes ingredientes escritos al lado de la caja
harán las delicias de su marido.

VOZ DE MARIDO:
“¡Hmmm! ¡Pero que lista de ingredientes tán interesante!”

ANUNCIANTE:
Además de eso,
AUNT JEMIMA contiene la sorprendente sorpresa
de que usted
¡se puede comer lo que está dentro de la caja!

VOZ DE SEÑORA:
“Anda. Cuando yo mezclo con agua el polvito que está dentro de la caja
me sale una plasta de lo más sabrosa.”

ANUNCIANTE:
Recuerde, señora,
si su marido no la deja tranquila
y el pelo se le pone malo:
¡AUNT JEMIMA!

VOZ DE MARIDO:
“Ay negra, ¡que mucho me gusta tu plastita!”

VOZ DE SEÑORA:
“Me alegro que te haya gustado.”

Sea como fuese, y seamos de nuevo justos, se los ruego, el polvito dentro de la caja nada tiene que ver con las propiedades ultrasónicas y radioeléctricas en la estrambótica relación pelo/nalga/bembe (o nalga/bembe/pelo, o bembe/pelo/nalga, y otras combinaciones, incluyendo la famosa bembe/nalga/bembe o la mortífera y aterradora nalga/nalga/nalga), ni con los cabellos ensortijados de la “raza” y sus poderes de compresión y sintetización de la energía suprauniversal, como tampoco con el grotesco magnetismo emitido por los alaridos de reproducción de los negritos en esos inolvidables días del mes, ni mucho menos con la inexplicable existencia del legendario parásito prieto-anal (animal transparente y fluorescente que fluye y se aparea en estrepitosa marea durante las cachondas noches de luna llena) o de la aparición casi espontánea de esa alarmante fragancia que se arrastra y revienta de improviso al romper el alba en numerosas regiones del hemisferio planetario.

(A continuarse otra blanca, apestosa y lunática noche.)

Copyright J.A.C. y Maximiliano Eugenio Bemba

miércoles, 7 de julio de 2010

ANUNCIO RADIAL #44¾

“¡Ay, ay! ¡Aaaaay!
Nada de lo que hago me funciona,
el cielo se ve bien feo
y la tripa se me quiere explotar.
¿Qué podré hacer?”

¿Señora,
siente usted que nada de lo que hace le funciona
que el cielo se ve bien feo
y que la tripa se le quiere explotar?
¡No se preocupe!
¡Con una gota de 'Pepito Karlanco Plus #2 Extra-Strength, Fórmula Mejorada
usted no solo se encontrará
con los mejores ángeles de la existencia
sino que también
se le quitarán las angustias metafísicas,
el cielo se verá más bonito
y el marido la mirará con ojos de perro-sapo!
Ah, y además
la tripa no se le explotará
¡hasta la próxima dosis!

“Oiga usté,
yo me puse una gota de la jodienda esa que anuncian por la radio
y ya no me doy cuenta
ni de que estoy viva.”

¡Pero, por supuesto!
Recuerde, señora:
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Repítalo conmigo:
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Otra vez:
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(También viene en supositorios.)


COPYRIGHT por Maximiliano Eugenio Bemba

JONAJ

Miren. ¡Miren! Si, ujtédej mijmo. Lej quiero enseñal una cosa. Miren, ej que ayel pol la talde me encontré con una cosa bien bonita que quiero compaltil con ujtedej. E juna bola de balonsejto vasía que si cualquiera de ujtedej quieren, pol vente peso, yo se la jincho y se la regalo. Si no tienen vente cojo quinse pero no menoj de dié polque tengo que alimental a la familia: a mi ejposa, mij siete nene y a mi mai que tiene cansel. También tengo un perro pero ese no cuenta polque ese se laj bujca por ahí. ¿Ujtedes tienen perro? Loj perroj son animalej de Diój. Cuando yo era chiquito yo tenía uno pero me lo pisó un carro y yo sufrí mucho y me hise criminal. ¿No quieren un traguito? ¿Seguro? Ej ron con anij. Chichaíto. Empesé robando casaj. Me metía a laj casa jarobal con otroj muchachoj. Robamoj muchaj casaj y noj comíamo la comida en la nevera. Y no jacíamoj la paja en loj panti de laj mujerej. Loj sacabamoj de loj gavetero y loj volvíamo ja ponel to sucio e leche. Lo jotroj muchachoj hablaban mucho y hasían mucho ruido. Se la pasaban gritando y peleando. A todoj loj cogieron. Loj metieron preso jató. Pero a mí no. Leí una vej que te cogían por laj malcaj de laj manoj. Así que yo no tocaba nada que no me fuera a robal. Dejpué jasaltaba gente. Con cuchilla. A vese loj tenía que coltal. Yo robé y tambien maté pero en defensa propia. Me agarraron y ejtuve preso pol dó saño por robal y me soltaron pero robé de nuevo y me metieron preso otra vej. Pero no me metieron preso pol matal. Me metieron preso pol robal y pol poltalme mal polque bebía. Pero nunca pol matal. Nunca. Yo siempre me callaba la boca para que no se enteraran de que yo había matao. Shhhhh. Y polque lo hasia pol defensa propia. Me soltaron y me puse a vivil en un hojpitalillo con unoj tecatoj. Yo loj sacaba cuando se morían. Me metí estofa una vej pero no me gujtó. Entonsej vino el huracán. Vino el huracán y aproveché y saquié uno jedifisio. También violé mujerej. Niñoj también. Loj niñoj también son animalej de Diój. Y como yo odio a Diój loj mato y loj violo. Ahí no me cogieron. No me cogieron. Pero me cogieron dejpuéj pegándole fuego a un edifisio de apaltamento. Entonse jel casero me sacó pa que no hablara y me mandó a un pueblo por el monte y me dió chavoj y me dijo que me iba a bajal cuando pasara toel revolú. Y en el monte... En el monte... En el monte me quedé solo. Hacía diligensia pa la gente. Pero no me querían. Aprendí a movelme y a ejcondelme. Me encontré con un nene que me gujtaba y yo me lo robé y lo puse a vivil conmigo. Era lindo pero nelvioso y yo tenía que amarraljlo y lo tenía que obligal a que misiera laj cosa. Entonsej se ejcapó y yo lo bujqué y lo encontré y lo maté. Así. Con un machete lo hise. Lo colté en cantoj. Y los cantoj se loj tiré a loj seldoj. Si. Entonsej la familia se me fué detráj pero yo fui lijto y me ejcondí y cuando todoj me bujcaban yo me ejcabullí y empesé a violal y a matal a su mujere. Maté a trej mujere. Violé como a sei. Laj maté con una cuelda. Y, mira, había una... Había una que no usaba panti, de dose año. Esa me gujtó violaljla. Se lo hice por el culo pa dejajla señorita. Ejtaba de lo máj bonita. A esa no la maté. A esa la peldoné. Y me robé un carro y me fuí de ahí. Me fuí pa lo jotele, polque en lo jotele hay gente con chavoj que bujcan gente pasel cosaj. Yo me encontré con un gringo en la playa y el me llevó a su cualto y bebimo ji noj bañamo junto y yo se lo mamé y me dejé que me lo metiera. Ese gringuito era buena gente. El jugaba tenij y era famoso. Todoj lo conosían y filmaba ajta autógrafo. De ve jen cuando se chichaba alguna mujel. Pero lo máj que le gujtaban eran loj nenej lindoj como yo. Antej yo era un nene lindo. Ya no. Ya yo ejtoy feo. Y él sabía en donde encontraljlme. Y de tó loj putitos lindoj él me ejcogía a mí. Polque yo era el máj lindo de todoj y me dejaba chingal como a él le gujtaba. Me presentó gente. Yo me putié con to jello y hacía laj cosa que ello me pedían. Una ve me dijeron que me chingara una perra. Si. Todavía me acueldo de la perrita esa. Oye,... ... ¡y que dura tienen la chocha laj perraj, ah! Esa la tuvieron que matal polque empesó a sangral. Yo salí en película y tó. Si. Ahí chiché con hombrej y con mujere. Mujere linda y jóvenej. En una hise de plomero. La jijtoria eran una polquería. En otra toda la película era de gente meando y cagando. Le meé en la boca a una rubia y ella y otra máj me cagaron encima. Mielda. Una película... ¡Máj buena! Esa ejtaba bien hecha, con luse y gente caminando por ahí y tó. Hise como diej de esa. Y un día tó se fueron. Se fueron. Yo quería ilme con ellos pero yo no se ingléj. Yo solo sabía chichal. Hise mucho chavoj. Hise chavo jime mudé a un apaltamento en el Condado. ¿Tú te acuelda...? ¿Tú te acuelda de los mueltoj de hase vente añoj? ¿El año en que mataron a mucha gente? ¿Gente y putaj? Como diej muelto... No... ...embujte... Como quinse... ¡Ay! No me acueldo bien. Maté a tanta puta y a tanta gente que ya ni me acueldo de cuantoj fueron. Me mudé al Condado y conosí a Damaso. Damaso era un agente de la SIA que vivía en el Condado que ejtaba subcontratando. Me lo presentaron en una fiejta. Yo era chofel parese tiempo. Chofel del confiansa, vijte. Yo era impoltante y no hablaba. Y en la fiejta me presentaron... me presentaron a... ...a Damaso. Y Damaso me llevó a su apaltamento y me enseñó muchaj cosaj. Me enseñó a seguil, a ejperal, a cogel gente, a sel nudo, a... Mucha, muchaj cosaj. Hisimoj muchoj trabajo juntoj. El y yo na má. Matábamoj chota. Matábamoj putaj. Matábamoj cabronej. Matábamo mucha clase de gente. Pa que no hablaran. Una vej matamo jun nene que regresaba de la ejcuela y vió algo que no tenía que vel. A ese lo arrollamoj. A otro, una turijta, le dimoj puñal dentro de su carro y le pegamoj fuego. La primera vej que maté con Damaso fue a un señol pol la noche corriendo bisicleta. Damaso me dijo, “Ese”, y ¡pum! le solté un tiro. Le dí aquí, en la frente. No noj vió nadie. Esa fué otra cosa que me enseñó Damaso: a que no te vieran. Tú podía ejtal en un cualto lleno de luse y él ejtal parao al lao tuyo y tú no te dabaj ni cuenta. Entonse sacaba un punsón y te lo clavaba aquí, en el cuello. El me enseñó to eso. Damaso me enseño a matal doñaj, me enseño a matal viejoj, me enseño a matal nenej. “A dejpachaljloj rápido”, como él me desía. Matamoj mucha gente. Damaso. A Damaso le gujtaba matal nenej. A mí no me gujtaba pero lo ayudaba. Yo loj agarraba y el le hasía lo que él quería haceljle. Yo mataba a los viejitoj. Eso me gujtaba. Loj dejpachaba rápido. Pero lo máj que nos gujtaban a loj doj eran laj putaj. Laj llevábamoj a lo jotele pa loj clientej, que eran gente con chavoj, y dejpuej laj bujcabamo. Lej desíamoj que la jíbamos a lleval a la casa y dajle buenoj chavoj pa que noj chicharan y ahí laj matábamo. A vecej no querían il, querían ilse pa su casa y teníamoj que golpeájla duro. Damaso tenía una casita en un monte almá con tó lo jierro. Llegabano y agarrábamo la puta y la amarrábamo jientonse la matábamo. Y casi siempre la violábamo. A Damaso le gujtaban flaquitaj. Si la puta era flaca Damaso le daba pabajo y dejpuej la mataba con silenciadol. ¡Fup! ¡Fup! Un dijparo en el pecho y otro en la cabesa. Dejpuej la llevábamo jal patio y le dábamoj manguera. A mí me gujtaban como sea. A laj que Damaso no lej daba pabajo yo me laj cogía. Lej daba por el culo polque ahí ejtaba máj apretao. Dejpuej le daba cuelda. A mí me gujtaba dal cuelda. Se la ponía en el cuello y apretaba ansí hajta que se cagaban encima. A vese se me salía la leche cuando lej veía la cara cuando se ejtaban muriendo. Una vej, pa vel como era, clavé a una por el culo mientra jle daba cuelda. Cuando saqué el bicho me ejchurreteó encima y Damaso se puso furioso polque tuvo que dalme manguera a mi también. Dejpuej laj vejtíamo y laj llevamo a un pajtisal y laj tirábamo jahí. Eso duró pol tre jaño hajta que llegaron laj elessione y le dijeron a Damaso que parara. Damaso viene un día y me dijo: “Jonaj, se acabó, víjtete que vamo ja limpial.” Y yo... ¡Ejpera...! ¡Miren, si yo no lej había dado mi nombre! ¡Ujtede no saben ni como me llamo! Yo me llamo Jonaj, como el de la ballena. El de la ballena de la Biblia. Ahora tengo trentaisei jañoj. Nasí en una casa y tengo tre jelmanoj y do jelmanaj. Mi pai no noj quería. Pero al menoj que quería era a mí. “Bruto”, me desía. “Animal”, me desía. “Canto e mielda”, me desía. Mi mai no hablaba. De ella aprendí a callalme la boca. ¡Sssshhh! Papi fue el primel hombre que me clavó. Doj de mij helmano fueron loj otroj. Me chicharon porque era bruto pero lindo. Mi otro helmano lo mató mi mai. Lo mató adentro, así que no lo conosí. Mij helmana jeran toaj puta. Yo y mi pai y mij helmano noj laj chichábano. Mi pai iba primero, mis doj helmanoj dejpuej... ...y yo. Una se volvió loca y se aholcó. La otra se ejcapo y se casó con un tiradol. A ese lo mataron. Tuvieron doj nenej. Mi pai todavía anda por ahí. Ej gualdia de seguridá. Mami ej cosinera enun ejcuela. Mij doj helmanoj. Uno ej maricón. Tiene SIDA, el muy cabrón. El otro trabaja en un hotel. Ese tampoco silve pa ná. Yo pasé pol la ejcuela. La dejé en noveno y no aprendí ná. Contal. Leel. Ejcribil un poquito. A mí me gujtan loj mapa. Y yo nunca me pieldo. Damaso se dió cuenta de eso, de que yo no me peldía. Nunca. Y también se guial y jamaj tengo un atsidente. Y por eso, cuando Damaso me dijo, “Jonaj, se acabó, víjtete que vamo ja limpial”, yo se adonde íbano y yo era el que guiaba. Teníamoj como sei sitioj. Y fuímo ja cada uno a dal manguera y a quemal y botal y a enterral cosaj. Ejtuvimo do semana limpiando. Y entonse salió en toa laj noticia. Como una semana ante de la jelessione. El ejcándalo. ¿De veldá no quieren un traguito? ¿No? Okey. Pero si quieren, me lo piden. Eso fue... Eso era... Gente gritando. Gente llorando. Botando cosa. Chillando goma. Ejcapando. Corrían rápido lo cabrone jeso. Y no noj querían pagal. “No me hablej de eso ahora.” “No tengo tiempo pa hablal.” “No tengo chavoj,” noj dijeron. Damaso. Damaso le coltó la narij a un tipo. “O me paga jote mato.” Así fue como era. “O me paga jote mato.” Arrejtaron a un montón de gente. Otroj se fueron corriendo. Gente impoltante. Pol poco paran laj elessione. En eso, nombran a una comisión. Una comisión de bichote. Y la comisión de bichote lo taparon tó. Lo taparon tó por año y pico pa que toa esa gente se ejcapara. Porque esa gente se lo robaron tó. Ocho años ej que fueron pilloj. Pilloj impoltantej. Que robaban y tiraban drogas y mandaban a matál. A mí me dieron un trabajo como gualdia de presidio pa callalme la boca. Polque no me conosían, polque yo no hablo. Mi mai me enseño a no hablal. ¡Sssshhh! Me callé bien callao. Yo era gualdia de... Mi trabajo era fasil. Mi trabajo era que yo tenía que velal a loj preso pa que se poltaram bien. Pa que siguieran laj reglaj. Pero nó todoj lo preso. Yo velaba como a dose preso y tenía que oíl lo que desían. Si desían algo yo llamaba pol teléfono y me desían: “Amenásalo”, “Pégale”, “Mátalo” polque sabían que yo podía matal. Maté a doj. Pol la ejpalda, con una cuchilla. A uno se la pasé pol la cojtilla y moví la cuchilla así pal lao, siguiendo la cojtilla, ¿ven?. Al otro le di como sien puñaláj. Llorando pa que no lo mataran. “No me matej.” “No me matej,” me desía mientraj yo le daba puñal. Ese se desangró. Y yo me senté a mirajlo pa vel cuando se moría. Loj otro dié se callaron. Y cuando loj soltaron se quedaron callaoj. Creo que uno se murió en un atsidente. Yo vivía ahí. Yo comía de gratij. Loj otro gualdia no me hablaban. Me tenían miedo. “Tú ere jun loco cabrón.” “Vete, que no te quiero hablal.” “Tú no erej como nosotroj.” Lojotroj presoj me tenían miedo también. Menojuno. Ese no me tenía miedo. “Tú lo que erej ej un alcahuete.” Eso me decía. “Tú lo que erej ej un alcahuete.” “Okey”, yo decía. “Soy un alcahuete.” A ese no lo maté. A ese lo peldoné polque tenía la rasón. A otroj loj tuve que matal en defensa propia. Me atacaron a traissión. Yo usaba lo que tuviera en mij mano. A vece no tenía ná y usaba loj deo o loj dientej. A uno le saqué un ojo. El deo, se lo metí assí y ¡fá!, pa fuera. A otro le di con un tubo. Le rompí el craneo. Entonse, pa vel como era, le rompí laj rodillaj. Primero una. Dejpuej la otra. A ese se lo llevaron al hojpital y no regresó. Yo tenía derecho de estal y de hasel lo que yo quisiera. Caminaba por los pasillos y me asomaba a las celdas a vel a los presos chichalse y yo me hacia la paja mirándolos. Mirándolos como se chupaban y se clavaban. No les molestaban que los vieran pero no podía jacel ruido porque se encabronaban. Tambien me iba a ver a los de máxima seguridá, los que enserraban soloj, porque eran unoj locoj. Decían y gritaban dijparate y se cagaban y se comían su mielda. Algunos se quitaban la vida. Yo me reía mucho de elloj. Me gustaba vivir en el presidio. Ejtuve ahí cuatro añoj. Hajta que lo serraron. Movieron loj preso ja otroj presidioj y yo me quedé en la calle. Me putié por un tiempo. Traté en lo jotele, pero no era lo mijmo. Yo ejtaba máj viejo. Asi que me fuí a la avenida. Yo chupo polla y güevo. Pero no soy maricón. No soy maricón. En la avenida chupé como sien mil pollaj. Sin repetil. A sinco pesoj la mamada. Una noche dí sincuenta mamadaj. Y me tragaba la leche pa no ensucial la ropa. En la avenida hay diej millonej de putaj y conosí a una y me casé con ella. Yo quería sel rejpetable y por eso me casé con esa puta. Noj mudamoj con mi mai, que tiene cansel. Tuve siete nene igual de cabronej que yó. Cuatro varones y trej nenaj. Una de laj nena, la del medio, ej bien bonita. Cuando le salgan peloj en la chocha me la voy a pasal. Todavía ejta muy chiquita pa chicháljlsela. Yo me la voy a chichal polque soy su pai. Y loj pai tenemoj derecho. Voy a bebel mucho ron ese día. Yo bebo. Bebo ron. No me gujta la selvesa polque me llena. Y tengo quejtal meando. Cuando bebía hasía laj cosaj máj fácile. Antej me dabun trago y podía matal y chichal con máj ganaj. Polque se me sale el odio. El ron me saca el odio. Ahora, pa que se me salga el odio tengo que bebelme una botella completa. Y empieso a dal vuelta y a movel loj braso jasí como un avión borracho. Por eso dejé de violal y de matal y de robal. Polque uno no puede robal y matal y violal to jendío. Te pueden cogel, tu sabe. Ahora recojo basura y la vendo. Y con loj chavo compro ron y en la casa me lo bebo completo. Y me tiro en la cama jaselme puñetaj. Y a recoldal cosa pa que no se me olviden. Olvidal ej malo. Una vez un preso me dijo, “Si tú te olvidaj de lo que hisijte te olvidaj de quien tú erej.” Y tenía la rasón. Tú hasej cosa y, te puedej desil mil embujtej... ...todaj laj vecej que tú quieraj. Te puedej miral en el ejpejo... ...y no vel lo que tú sabej que ejtá ahí... Pero no. Polque... Lo que tú hase... Tó... ...todo... ...lo que haz hecho... ...te... ...te... ...te define... ...a tí. Por eso yo lej cuento tó ejto. Pa que no se olviden. Polque yo no soy bueno. Yo soy malo. Malo. Malo. Yo se tó lo malo que yo soy. Y ujtede, que yo se que son toj unoj lijtoj, me dirán, “Jonaj, tú erej la ballena. Tú... ...tú... ...te tragajte a tí mijmo”. No. No. Mielda e. Ujtede... Ujtede... ...son loj que me tragaron a mí.

FIN

COPYRIGHT by Maximiliano E. Bemba

PETRUCHO Y Z: #6

CORTO DRAMON ESTUPIDO PARA BUGARRONES COLONIZADOS #6

Z: ¿Petrucho?

P: ¿Ah?

Z: ¿Te puedo hacer una pregunta?

P: Ajá.

Z: ¿Tú tienes un amanto?

P: No.

Z: ¿No? ¿Tú estás seguro?

P: Si.

(Pausa.)

Z: ¿Petrucho?

P: ¿Qué?

Z: ¿Y entonces con quién te vi hablando el otro día?

P: ¿Cuál día?

Z: Miércoles por la tarde.

P: Ah, ¿ese? Un encubierto.

Z: ¿Un patito encubierto?

P: Un guardia encubierto.

Z: Ah. Y ese guardia encubierto, ¿no es el mismo que se mete en la barra de Chencho, la de al lado del matadero, y recoge a dos bugarroncitos para llevárselos para la casa?

P: El mismo.

Z: ¿Y esos dos bugarroncitos, son los chotas del encubierto?

P: Exactamente.

Z: ¿Los que chotearon a “Charlie Cabezota” y a “Manolín, El Güevón”, y a “Pepe, La Loca” y al “Cano Mediometro”?

P: A toditos esos.

Z: Oye. ¿Qué tan confiables son los nenucos esos?

P: No lo son.

Z: ¿No?

P: Para nada.

Z: ¿Y no pensarías tú de que son unos embusteros y de que son capaces de señalar a cualquiera con el dedo para fabricarles un caso para después echarse al bolsillo una miserable y puta peseta?

P: Eso lo se yo y lo sabe todo el mundo.

Z: Petrucho. Si es así, ¿cómo es que ustedes les hacen caso a esos animales?

P: Porque son tecatos...

Z: Ajá...

P: ...con SIDA.

Z: Ajá...

P: Así que ya estan muertos por default...

Z: Okey...

P: ...y cuando se mueran...

Z: Si...

P: ...siempre se aparecen otros...

Z: Ajá...

P: …a los que nosotros vamos a usar como los que se murieron...

Z: Vaya.

P: ...y así preservar el balance del ecosistema de la cuneta...

Z: ...para que no haya un exceso de chotas.

P: ...para que no haya un exceso de chotas. Eso es así.

Z: Entiendo. ¿Y a los infelices a quienes le fabricaron los casos?

P: Presos van. Si no son culpables de una cosa son culpables de otra.

Z: Genial. Oséase, que el encubierto no es pato.

P: Yo no he dicho eso.

Z: Entonces, ¿es pato?

P: Pato y cabrón.

Z: ¿Y se chicha a esos putitos?

P: Con condón.

Z: ¿Se los pasa a los dos?

P: Como bacalao.

Z: ¡Valga la Serenata!

P: Y no son dos: son doce.

Z: ¿Doce bugarroncitos?

P: Ese visita cinco barras más.

Z: ¡Válgame! Oye, y, no es por nada, pero, ¿cuántos maricones hay en la policia?

P: Todos son patos en la policía...

Z: ¡Tú no me digas!

P: ...y todos tienen su mariconcito favorito...

Z: ¡Ay, bendito!

P: ...y los visten y los añoñan y los malcrían...

Z: Mira, que bien.

P: ...y los llevan a la casa para que juegen con los nenes.

Z: Servicio a domicilio y todo.

P: El Coronel tiene uno.

Z: ¡Virgen Santa!

P: Se llama Chinchi, de las islas vírgenes.

Z: Un gourmet, obviamente.

P: Y eso no acaba ahí.

Z: Ah, ¿y es que hay más?

P: Los tenientes comen pantis cagaos,...

Z: ¡Fo! Que puelcos.

P: ...los sargentos se meten la macana sin engrasar...

Z: Bien merecido se lo tienen.

P: ...los capitanes solo quieren mirar y hacerse pajas,...

Z: Los muy vagos.

P: ...y los nuevos reclutas se ríen y se ríen.

Z: Por hacerles tantas cosquillas, sin duda.

P: Ah, y, se me olvidó...

Z: ¿Qué se te olvidó?

P: El helicóptero.

Z: ¿El helicóptero?

P: El helicóptero.

Z: ¿Qué hay con el helicóptero?

P: Lo usamos para llevar putitos a la jefatura.

Z: ¿A la jefatura? ¿Tú dices al edificio grandoto ese?

P: El mismo.

Z: En algo hay que divertirse, supongo.

P: Invitamos a los guagüeros,...

Z: ¡Uy, a esa gente fea!

P: ...a los alcaldes...

Z: Pillos que son tós.

P: ...y a la gente importante.

Z: ¿Importante? Hmmm. Un “Bichote's Convention”.

P: Correcto. Y todos juntos se gozan a los chamaquitos esos.

Z: Que interesante. Oye, y...

P: Yo no porque no tengo el rango...

 Z: Más te vale. Pero, mira, y...

P: ...porque soy pobre...

Z: Si, lo se. Pero yo te quiero regardless, darling.

P: ...y porque soy negro.

Z: ...y azul eléctrico como a mí me gusta. Pero explícame una cosa, ¿y cómo se permite que suceda todo el emborujo ese que tú me estás contando?

P: Porque ese...

Z: Porque ese...

P: ...es el orden de las cosas.

Z: ¿El qué de las cosas?

P: El orden.

Z: (Mirándolo a usted) A la verdad que el facismo es una cosa tan, tan, tan bugarronamente esplendorosa.

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PETRUCHO Y Z: #1 AL #5

CORTO DRAMON ESTUPIDO PARA BUGARRONES COLONIZADOS #1

Z: Oye, Petrucho.

P: ¿Hmm?

Z: Adivina lo que ví antes de que llegaras.

P: No se. ¿Qué?

Z: A la abuela del vecino corriendo ejnúa por todo el bloque, tocando la trompeta del juicio final, meándole encima a los floripondios y gritando “¡Qué viva Papa Doc y Trujillo!”.

P: Anda. No sabía que era su cumpleaños.

Z: (Melodramático) ¡La leche de la bondad humana acaba de venirse y mordió el polvo!

***

CORTO DRAMON ESTUPIDO PARA BUGARRONES COLONIZADOS #2

Z: Petrucho.

P: ¿Ah?

Z: Papi.

P: ¿Qué?

Z: ¿Sabes lo sucede cuando la Ricky Martin llora y el ciempies maúlla?

P: Eh... No, no se.

Z: (Sangrigordo) Pues fíjate que yo tampoco.

***

CORTO DRAMON ESTUPIDO PARA BUGARRONES COLONIZADOS #3

Z: Petrucho.

P: ¿Qué quieres ahora?

Z: Estoy bien preocupada.

P: ¿Ah, si? ¿Por qué?

Z: Porque el depilador no funciona y me pica la próstata.

P: Héchale gas al soplete y deja de meterte el dedo.

Z: (Mirándolo a usted) Y yo que creía que yo era la mala.

***

CORTO DRAMON ESTUPIDO PARA BUGARRONES COLONIZADOS #4

Z: ¡Petru-chóoon! ¡Petru-chíííííín!

P: ¡Ay, Cristo!

Z: ¡Te tengo una sorpreee-si-taaaaaaa!

P: ¿Cuál?

Z: Mira, para combinar con tu flamante uniforme de guardia de palito me compré un panti colorao DeLuxe con extra-saco para que se me quede la güeva quieta.

P: ¿De algodón o de polyester?

Z: (Irritado) No. De seda, repartidor de multas bugarrono bigotono. ¡De se-da!

***

CORTO DRAMON ESTUPIDO PARA BUGARRONES COLONIZADOS #5

Z: ¡Petrucho, baby!

P: ¿Ajá?

Z: ¿Tú me quieres?

P: Si.

Z: ¿De verdad?

P: ¡Si!

Z: ¿Crées todavía que soy el nena más lindo y sabrosito de todo la munda y la universa?

P: ¡Ajá!

Z: ¿De verdad?

P: ¡Por enésima vez, sí!

Z: (Cantaleteando) ¡Pues entonces acaba de afeitarte ese bigote porque me humilla y me raspa! ¡Y deja de entrarle a macanazos a los estudiantes! !Y de recoger tantos soboronos! ¿Qué tu crées que va a pensar la gente? ¡Yo sere lóquita pero no idiótica!

***
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DEMOSLE LA BIENVENIDA A DOÑITA

Hola. Mi nombre es Doñita y soy puertorriqueña. Vivo en Puerto Rico, una colonia norteamericana donde los que estan arriba son cobardes, hipócritas, brutos y miserables, donde los que estan abajo son valientes, honestos, inteligentes y bien graciosos, y en donde soy muy, muy feliz. Soy chiquita, bien simpática y se que estoy sabrosita. Aunque tengo mis añitos estoy bastante durita a pesar de que me veo un poquititito llenita. Mis ojos son grandes y alegres, y brillan como las estrellas, especialmente cuando me maman y clavetean como a mi me gusta. Mi nariz es juguetona. Mis labios son sensuales y dulces, enmarcados en las comisuras con encantadores paréntesis de lesbiana. Mis dientes son perlados. Mi lengua es cálida, flexible, docil y bien mojadita. Un primito una vez me dijo, “Tu lo que tienes es una cara de puta”. Yo me reí porque tenía la razón: mirándolo a los ojos me subí la falda y le enseñe mi peluda y humeante chocha. El se excitó tanto que se sacó la pinga y tambien mirándome a los ojos se hizo una furiosa puñeta, eyaculando cohetes de leche en la cara de mi sorprendida abuela.

Mis pechos son redondos, recogidos, con pezones enormes y gruesos como aceitunas. Son tan tentadores que yo los veo y se me para el clítoris. Y no solo a mí como me percaté desde siempre. Son tan formidables que ni el brassiere mejor armado puede camuflar lo poderosos que son. Es más, los fastidiosos brassieres son el enemigo #1 de mis tetas. Los odia, los rechaza, los hace trizas. A mis tetas, como a mí, no les gusta estar aprisionadas. Una vez en una clase de religión (y no me pregunten cómo) se me salió una para afuera y la monja que daba la clase la vió, pasmada. Detuvo la clase y con crueldad empezó a llamarme una perdida, una perversa, una sucia depravada. Botó a todas del salón de clases y cerró la puerta, y cuando las dos nos quedamos solas se me acercó, me dió una bofetada, me arrancó el uniforme de encima y empezó a chupetearme la tetamenta con tanta concentración, destreza y santa sabiduría que sentí el deber de devolverle el favor. Las dos nos hicimos un millón de sagradas porquerías y tuvimos unos orgasmos tan alborotosos que la madre superiora bajó para averiguar lo que sucedia. Apartando furiosa la asustada muchedumbre arremolinada frente a la puerta cerrada del salón de clases, la madre superiora abrió la puerta y al ver nuestro lamentable estado de espatarramiento descarado cerró la puerta de golpe poniéndole el seguro, y profiriendo terroríficos insultos se nos acercó dando largas zancadas, parando en seco y callándose la boca, atónita ante el esplendoroso espectáculo de mis impresionantes tetas y mis estupendos pezones. La maestra monja, extenuada, los ojos vidriosos, extendió una mano y con el pulgar y el índice me apretó un pezón y con voz embriagada le dijo a la madre superiora, “¿Veldá que están bien lindos?”. La madre superiora perdió los estribos. Se desgarró los hábitos de encima y se tiró sobre nosotras como una clavadista olímpica. Afuera, el conserje abrió la puerta y las otras monjas, varios obispos que estaban de visita y tres cuartas partes de las estudiantas del colegio entraron al salón y el crical que se formó duró por tanto tiempo y fue tan escandalosamente descomunal que el Vaticano por poco excomulga a toda la isla. Yo salí con algunos rasguños, mucha experiencia y memorables recuerdos de aquella, la primera de mis orgías.

Mi clítoris, mi sublime y arrogante clítoris es audaz e insolente. Hace lo que le da la gana, pase lo que pase. Cuando algún o alguna amante no es particularmente proficiente en las mamadas de chocha, este navega como un pececito y se entrelaza con la lengua guiándola y retozando con ella, convenciendo a la persona de que es mejor en las artes del amor oral de lo que en realidad es. Pero si la persona es un o una genio, el pescadito se transforma en una anguila eléctrica que se enrosca en la lengua y juega con los labios enviando choques de placer que son iguales de placenteros tanto para ella o para él como para mí. Además de eso, mi clítoris es mi radar para captar el peligro y para decidir amantes. Cuando hay pelígro se encoge y se desaparece, a veces sin regresar por varias semanas. Cuando me embellaco al ver a alguien que me gusta, se pone en atención asomándose fuera de los labios de mi crico y empieza a repartir instrucciones: “Alerta, culo. Alerta, culo. Por ahí viene el macharrán narizón rubio. Repito: por ahí viene el macharrán narizón rubio. Proyéctate hacia afuera y suelta un peo silencioso #Z-43 y mantente en atención para nuevas intenciones”, “¡Alarma, tetas! ¡Alarma, tetas! A la tortillera bizca le falta un diente. Repito: a la tortillera bizca le falta un diente”, “Cuidado, feromonas. Cuidado, feromonas. Aguántense ahí y no sigan saliendo. Miren que estamos en una iglesia y la congregación se está poniendo histérica. Repito: la congregación se está poniendo histérica. Stand by para efectuar plan de escape. Cambio y fuera”.

Y mi culo... ¡Ay, mi culo! Es el más lindo del universo. Es curveado, pero no enorme. Sin defectos. Magnífico como el sol. Con el joyito profundo, rosadito y siempre bien limpiecito. Mi papito exclamaba: “Es indigno y muy hermoso”. Y mamita me decía, “Usalo bien, m'ijita; que no se te ponga apestoso”. Como saben, mis primitos se hacian tremendas y geniales puñetas. Mis primitas por mi culpa se volvieron cachaperas. Y mis tios y mis tias se excitaban a millón: a mis tias se les mojaba el panti, a mis tios, pobrecitos, les crecía el salchichón. Cuando me esnúo y veo en el espejo ese fabuloso cuerpazo de hembra bellaca que yo tengo me masturbo con delirio y tengo orgasmos felices. Pero es cuando me miro esa preciosidad de culo que yo tengo que me doy cuenta de los límites de mi felicidad sexual. ¿Por qué? Amo, adoro mi culo. No me canso de admirar su perfección y su belleza. Me encanta acariciar con languidez su raja, de meterme los dedos bien mojados dentro del roto, y de sacarme yo misma los mojones de adentro. Me deleita sentarme a cagar. Mientras más larga es la cagada y más duro y más grande es el mojón más gloriosos son mis orgasmos. Apenas puedo esperar a que me entren las ganas de cagar y de sentir mi propia mierda chicharme el culo mientras se desliza gritando para afuera. Es una sensación eléctrica. Como un terremoto que nunca parece acabar. Pero, ah, e aquí el enigma y mi maldición: que mi culo, a pesar de ser tan tierno y tan radiante, es misteriosamente mortal para los hombres y el macho que atreva a jenderme por ahí usando cualquiera de sus extremidades se lo lleva el diablo o se vuelve loco o se desintegra en el aire o se convierte en un animal con la cabeza de un lechón, el cuerpo de un perro sarnoso, la pinga de una lombriz, las patas de dos gallinas y la cola de una rumbera. Mi culo es tan letal como sietemilquinientas bombas termonucleares. Mi culo es un arma de destrucción masiva.

Es un secreto que llevo con cautela pero sin vergüenza porque yo no se que es eso de tener vergüenza. Me gusta ver las cosas por lo que son, no por lo que me digan o por lo que se “supone” que sean. Y me gusta el sexo. Siempre me gustó el sexo. Es rico, bien bellaco y bien hermoso. Antier, por ejempo, me vino a visitar uno de mis hermanos y nos chichamos. Nada muy serio. Primero, nos miramos mientras nos masturbábamos. Después, nos acariciamos, nos besamos y nos lamimos como perros. Luego, yo le chupé la pinga y él me mamó el bollo. Terminamos haciéndonos el 69 y nos vinimos a la misma vez: yo recibiendo dichosa su deliciosa leche en mi cara y él regocijándose de mi jubilante venida, picaramente succionando mis sabrosos jugos vaginales. Más tarde, en la ducha, nos orinamos encima y él, aún sediento, se bebió mi meada con muchas ganas, respeto y agradecimiento. Como dije: nada muy serio. Mi hermano y yo nos queremos, y en este mundo de mierda en donde nadie se quiere yo tengo derecho de aliviarlo a él y él tiene derecho de aliviarme a mí. Eso es amor. En comparación, el amor de una esposa, el de la puta esa que solo quiere botar nenes, comprarse trapos, untarse colorete, y engordar dentro de una cueva, no es nada más que un soberano fraude. Por eso es que nunca me he casado y por eso es que soy más puta que nadie. Porque me gusta chichal, ¿Okey?

***

Mi trabajo de partera a domicilio me paga bastante bien y no tengo problemas financieros pero, como suele suceder, no hay hora en que no se aparezca algún mamabicho que quiere coger a una de pendeja. Eso fue lo que pasó con Malango, mi casero, un sesentón flaco, feo y bigotón, que se presentó una tarde por la casa. Yo le abro el portón y él, apestando a ron, con su cara de buen canalla y con la boca llena de mierda, viene y me dice: “Vengo a decirte que te voy a aumentar la renta.”

“¿¡Otra vez!?”, le respondo. “Pero Malango, si hace como tres meses que me la subió y esta es la tercera vez desde que mudé aquí”.

Me dice: “No me queda más remedio. Tengo que hacerlo o, si no, lo pierdo todo”.

Le pregunto: “¿Cuánto?”.

“¿Ah?”.

“¿A cuánto me la va a subir?”.

Me mira largo y me dice: “A setecientos pesos”.

Me quedé estupefacta. Le miro la cara a ese viejo tramposo, carecrico y embustero por unos segundos. Me recupero. “¿Setecientos pesos al mes?”, le digo. “De trescientos cuando me mudé a cuatrocientos un par de meses despues, a cuatrocientos cincuenta hace tres meses atrás y ahora va a subirla a setecientos? Usté está loco, mistel.”

Cuando Malango oye la palabra “loco” se le cascaron los pocos sesos que le quedaban. Su sonrisa despiadada de mamaculo satisfecho se cerró en un roto maloliente de sarro verde y peos podríos.

“¿Yo? ¿Loco? Mira... ...pendejita... A mi nadie me habla de esa manera. Yo soy una persona digna, respetable y cristiana con “c” mayúscula. Y te voy a decir: a mi me importa un joyo e puelca ni lo linda que tú estás y ni de lo puta que tú eres, porque si, ya me han contado de ti y de que eres una asquerosa perra chingona, incestuosa y lesbiana. A mí lo que me importan son los chavos. ¡Los yankee dollars, ¿me entiendes?! ¡Y me los vas a dar ahora mismo o, si no, te pongo de patitas en la calle! ¡Ahora mismo!”.

Yo termino de escuchar su monserga y no le digo nada, pero lo miro y me percato que está a duras penas manteniendo la compostura para no convertise en un charco de meao y caca de lechón. Para empezar, yo estaba mapeando la casa cuando él llega ya entrao de tragos. Hacía un calor bestial y yo andaba descalza y con lo menos que pudiese llevar encima: pantis de algodón, un paño en la cabeza y una batola corta de algodón con el botón de arriba abierto y la espalda completamente al descubierto pues la cremallera estaba rota. Malango era alto y por la batola abierta podía ligarme desde mis tetas hasta el ombligo, la curva de mi fabulosa espalda, y mis pantis favoritos de conejitos sonrientes asomándose por todos lados. Eso, más la mezcolanza con el olor de mi salitrosa transpiración corriendo a chorros por mi suculento cuerpo, el tufo de mis ardientes axilas, el pungente aroma de mi siempre bellaco crico trabajando en overtime y el agridulce humentín emanando de mi candente culo sudao al parecer se le introdujo a Malango por dentro de sus feas y colniyúas narices, sin dudas provocándole un corto circuito cerebral. Sus ojos estaban cuajados de lágrimas y una tenebrosa erección se le alzaba dentro de sus pantalónes. Su amenaza de desahucio, sin embargo, fuese esta a pesar de o a causa de esto o aquello o de lo otro, era en serio y yo no quería quedarme sin techo.

“Okey”, le digo a Malango, suspirando resignada. “Entre para pagarle”.

Yo entro y Malango me sigue detrás y siento su fuerte aliento a alcohol calentando con su brisa mi exquisita espalda y sus ojos mirando hambrientos los conejitos de mis pantis. No hacemos mas que entrar a la casa y yo de cerrar la puerta que Malango me brinca encima como un perro rabioso. Yo me echo para el lado y él cae de cabeza sobre las losetas. Mientras se revuelca por el piso yo embalo a correr a buscar mi bate de beisbol para rajarle el craneo pelado ese, pero Malango se recupera con rapidez y se me va detrás esmandao, perseguiéndome por toda la casa. Yo le arrojo con todo lo que encuentro: lámparas, ceniceros, palanganas, vajilla, la tapa del inodoro, toda mi colección de dildos, pero Malango estaba poseído y las cosas le rebotaban de encima sin lastimarlo. Seguimos corriendo y me acorrala en una esquina de mi cuarto y con una sonrisa satánica se abre la brageta y saca para afuera la pinga más fea del planeta. Era larga, flaca, peluda, doblada y llena de venas pulsando histéricas de pura bellaquera vieja, su lívida cabeza acribillada de llagas escupiendo por la punta una espumilla amarillenta y maloliente. Yo pego un grito de horror y embalo a correr evadiendo sus garras de gárgola senil.

Llego hasta la sala y veo el mango del bate de beisbol medio escondido bajo el sofá. Me abalanzo sobre el bate, lo agarro, me incorporo y lo agito frente a Malango, quien se para en seco. Una vecina con rolos asoma su cara gorda por una ventana y Malango le lanza un alarido que no era humano. La vecina bota un chillido que tampoco era de humanos y se esfuma de la ventana. Malango se vuelve otra vez hacia a mí. Su aliento es ahora un rugido volcánico. Sus rojizos ojos diabólicos están encendidos en desbocada lujuria. Su grotesco bicho vomita gruesos pedazos de aquella aceitosa espuma en donde una gran burbuja empieza a formarse a la que yo miro alucinada. El tiempo se congela y nos quedamos suspendidos en éste por una corta eternidad, yo mirando la burbuja mientras esta crece y se expande cada vez más y más. La burbuja se detiene, hay una pausa interminable,... ...y revienta. El tiempo entra en marcha de nuevo y Malango empieza a marchar lentamente hacia mi. Dando batazos al aire me voy echando hacia atrás. Aún marchando, Malango mete la mano debajo de su pinga y jala fuera de sus ahora nauseabudos pantalones dos monstruosos güevones que suben y bajan como elevadores dentro de sus colgantes sacos. Yo trago saliva. Malango, aún sonriente, suelta una risita lunática. Grito a toda boca: “¡Auxilio! ¡Ayúdenme!”. Oigo el trancar de persianas y el cerrar de puertas en la distancia. Siento mi espalda llegar hasta la pared. Fué en ese momento que tomé la decisión.

***

No fue una decisión facil. Por un lado ustedes pensaran que, por lo puta y lo bellaca que he sido y sé que seguiré siendo, me merezco todo lo que me pase. ¡Si la vida fuese así de facil! Si así fuese, el juicio por cualquiera de nuestras acciones, no importan lo mínimas que sean, podrían en algun momento ser clasificadas como crimenes castigables solo con la muerte. Cosas estúpidas como hacerse una paja en el cementerio o escupir en los zapatos del secretario de estado o tirarse peos atómicos dentro del confesionario. La diferencia es en quién es el que enjuicia y quién es el que adjudica el derecho a enjuiciar. Y por qué. Y para qué. Y para el beneficio de quién. Yo, como persona responsable a la sociedad, tengo tambien mis límites. No jodo con los niños. Ni con los desamparados. Ni con negros feos que humildemente se arrepienten de ser tan feos y ser tan negros. Mi crimen principal, supongo, es que me gusta el sexo sin culpa ni complejos, algo de lo que absolutamente no me arrepiento puesto que yo no lo vivo como un crimen. Las relaciones sexuales que yo sostengo son entre mi y las personas que deséen gozar de ese talento peculiar que tengo para la bellaquera y la chingadera y la frotadera y la mamadera y la chupadera y la lambedera y las orinadas y las puñetas, y de reir exhaltada por el soberbio y estruendoso desencadenar de la leche corriendo en torrentes dentro de mi crico y por mis nalgas y por mis muslos y por mi cara y por mis tetas, y de gritar cosas como: “Métemelo duro Pedro carajo pendejo cabrón jiéndeme con ese pingaza brutal tuya y rájame sin piedad hasta el crico de mi corazón!”, o “¡Ave María, Vanessa, canto e puta maricona, ese culazo tuyo mi lengua se lo gozó y estos pezones míos te los chupasssste divino!”, o de espatarrarme sin pantis en la cama y, con mi frase transgresiva favorita suplicar, inocente: “¡Viólame, paaapiii!”. ¡Coññññó, cómo me gusta chichal!”.

Pero, bueno, por el otro lado me tienen que admitir que de sí existen los verdaderos cabrones: todos esos mamabichos e hijos de la granputa que se las ingenian para joderle la vida a los demas: los sadistas y los acomplejados, los moralistas y los hipócritas (que vienen siendo la misma cosa), los aprovechados y los mentirosos, los maricones y lesbianas de closet que odian a los maricones y lesbianas que no lo están, los envidiosos, los entrometidos, los destructores de relaciones, los violadores de niños y niñas o de cualquier persona, los extorsionadores, los abusadores, los fabricantes de infamias y los adoradores del dinero. Esto por supuesto no excluye a muchas mujeres que hacen fila e incluso superan a toda esa repugnante gentuza. Esos horribles seres son la verdadera basura. Todos esos y todas esas son la escoria de mi país.

Malango, mi casero, no creo que estaba estrictamente dentro de esos renglónes: él era solo un triste viejo envilecido y reprimido, trastornado por el dinero, engañado por una falsa moral y atormentado por la falta de buena chocha. Debe ser aterrador vivir dentro de esa olla de presión. Ahora la olla, muy a pesar mio pues soy en parte responsable, reventó en mil fragmentos desatando su locura, y fue ese enloquecer descontrolado que, tambien a mi pesar, me hizo tomar la decisión.

***

Suelto el bate de beisbol, con rapidez me doy vuelta y me subo la batola y me bajo los pantis y con las manos apoyadas en la pared proyecto mi culo para afuera. Volteo mi cara para ver. Malango titubea unos instantes hasta que ve esos tremendos fondillos mios, perfectos y sin mancillar apuntando hacia su pinga, y no perdió el tiempo el muy infeliz. Con las dos manos agarra su espeluznante maceta y la empieza a meter dentro de mi raja pero su puntería es mala y yo, harta de tolerar tanta infamia, le agarro su horroroso salchichón y apunto su vil cabeza directamente frente a mi preciado joyo. Aullando victorioso, Malango lo empuja para adentro con fuerza hasta que entra.

***

Entonces, sucedió...

***

El cielo se oscureció. Malango abrió la boca y lanzó un decrepito bramido de ancianito desgraciao. Rayos y centellas brotaron y entraron de su arrugado cuerpo. Sus cojones se empezaron a encoger. Los perros del vecindario comenzaron a ladrar. La tierra tembló y se abrieron grietas en las paredes. Llovieron sapos y culebras y candidatos a alcalde de Toa Baja. A Malango se le brotaron los ojos fuera de las órbitas, la nariz se le hinchó como una berenjena y la lengua se le desenrolló fuera de la boca como un rollo de papel de tóile. Un hilo de baba le empezó a chorrear de la punta de la lengua. Yo me eché a un lado para no embarrarme. Los pentecostales tocaron sus panderetas. Hubo tres eclipses lunares y cuatro solares. Las tapas de alcantarillas reventaron y de adentro saltaron ciempies, cocodrilos blancos y luciferes con cuernos y patas de cabro y pinguitas paraditas bien coloraditas. Malango empezó a levitar, mi joyo agarrandolo por el rabo, mi culo un nucleo de partículas subatomicas a punto de cerrarse en una temible reacción en cadena. Un famoso tele-evangelista se hizo una paja y se lo clavó un becerro. Arcángeles blandiendo espadas montados sobre chochos alados cortaban cabezas a diestra y siniestra. Un extraterreste que desde su nave vió lo que sucedía llamó a la estación central: “Oye Falú, bambalán, despierta. Doñita está formando otro arroz con culo en la bola e mielda esa. Avísale al cabo Pérez para que no apriete el botón. Repito: Dile a Pérez que no apriete el botón”. Mi culo se transformó en una supernova, tirándose un peo ultrasónico, y Malango salió disparado hacia arriba como el Apollo 13. Rebotó contra el techo y se puso a correr por las paredes. Mientras lo hacía, afuera todo regresaba a la normalidad, excepto por un cocodrilo blanco que estaba trepado en un poste de la luz tratando de comerse a uno de los candidatos a alcalde de Toa Baja. Malango, botando hilos de baba por su lengua desenrollada, con música de fondo de los muñequitos de la Warner Brothers, aún corría despavorido por las paredes y el techo de la casa. Se zumbó dentro del ropero y salió vestido con mi traje de batutera, cantando La Borinqueña y dándole vueltas con una mano a mi caña de pescar. Imitó a un yoyo que prende y apaga y dió vueltas como un trompo. Se comió el televisor y se cagó en el fregadero. Destrozó con la dentadura postiza todos los muebles de la casa. Y, finalmente, el muy irresponsable, evadiendo como mal macho la responsabilidad por sus acciones, escapó volando fuera de la casa.

***

Salí de mi escondite de detrás de la nevera y miré con tristeza el estropicio que dejó atrás ese sinvergüenza. Caminé hasta el portón de entrada y veo a Malango haciendo espirales en el aire, silbando como una bomba de juguete destapada. Se alejó escabullendose detrás de un monte. Me quité el paño de la cabeza. El cocodrilo blanco bajó relamiéndose del poste y se deslizó de vuelta en la alcantarilla. Al poco rato empezaron a salir los vecinos de sus casas. Muchos no se atrevieron a mirarme y de los pocos que osaron hacerlo lo hicieron con una mezcla de horror, asco y odio. En ese momento me doy cuenta de que es hora de largarme. De nuevo.

***

Recojo las posesiones que me quedan. Estas caben en una maleta maltrecha. Caminando por el pasillito, noto extrañada y recojo de entre los escombros una cartera gorda: la de Malango. La abro y está cargada de billetes: veinticuatromildoscientos dólares en billetes de cien y de quinientos. Salgo por la puerta y dejo las llaves pegadas en el portón. Entro a mi carrito, lo enciendo, lo echo a andar y en media hora estoy en la autopista hacia la capital. Lanzo un suspiro de alivio y sonrío pues iba a estar cerca de mis sexuales familiares y lindas amistades bellacas que de seguro iban a exclamar de puro gozo al verme de nuevo entre ellos y entre ellas para chichal, para mamal, para chupal, para orinarnos encima y lambernos las rajas de los fondillos como todas las sanas, buenas y normales personas que sin ambajes se aman y se respetan a sí mismas en nuestra desequilibrada y hermosa isla-mundo.

FIN DE ESTA AVENTURA

COPYRIGHT por Maximiliano Eugenio Bemba